12 June 2013

La escasez de la verdad (Comienzo)

LA ESCASEZ DE LA VERDAD/Carlos Orellana
Nouvelle de ficción científica
PRIMERA ENTREGA

     Max Pederewski maldijo. Había intentado por horas comunicarse con su hijo sin éxito.  Desde hacía algunas semanas la comunicación era difícil, casi tortuosa, pero ahora simplemente el planeta Marte estaba totalmente incomunicado con la Tierra.  Alguna explicación habría para el asunto, pero a él le importaba un carajo.

Conjunto habitacional donde vive Max
Feíto, pero las viviendas tenían subvención del Gobierno e IBM

     Volvió a tomar su copa de vino y se  apoltronó en su hermosa silla ergonómica con masajeador y aromatizador.  Era una de las pocas cosas que había traído de la Tierra y por Dios que nunca se arrepentiría.  Alguien le dijo cuando embalaba su equipaje “¿estás loco: gastar de esa forma los setenta pies cúbicos permitidos como equipaje?”  Pero él no hizo caso y solo rellenó huecos del embalaje con vinos caros, té fino, chocolates belgas y somníferos.  Aquella silla, carísima,  que usó durante diez años en su oficina de la IBM en Wellington era una maravilla.  Bastaba que uno se sentase en ella para que  en cuestión de segundos Juliette, así se llamaba este producto estrella de International Business Machines, detectara qué punto del cuerpo necesitaba ser, no frotado sino acariciado por sus manos robóticas, con el telón de fondo de una melosa voz original en inglés, pero que desde luego uno podía cambiar con una simple reprogramación, de tal manera que la voz de Juliette, fuera la el ser amado, o la de nuestra madre.  Esto último venía a constituir un riesgo ya que esta singular máquina no se detenía ante criterios o normas morales, solo atendía las necesidades del cuerpo humano, de acuerdo a la información que recogía mediante sofisticados mecanismos de medición, de la temperatura, dolor, emociones de la persona que la usaba.  Así que a veces las manos de la silla-robot acariciaban los pechos o el bajo vientre de los usuarios.  Juliette,  indagaba, además, por nuestras necesidades de olores gratos y gratificantes.

Max durante la Gran Polución 2066
Nieto de Manuel Pederewski cuando se produjo la catástrofe predicha por Al Gore 60 años atrás

     Pero había ido más allá del antiquísimo arte de la aromaterapia y no solo proporcionaba aromas de aceites esenciales, sino olores precisos a partir de los datos que proporcionaba el bulbo olfativo cerebral. Max, que era un lector voraz leyó las cien páginas de Juliette y fue, seguramente, uno de los pocos en la Tierra que sacó total provecho a la silla.  Juliette podía programarse para que entrará en Fase Freud y proveer de masajes, aromas, proverbios y poemas que terminasen con estados de depresión y aburrimiento; también estimulaba, a pedido.  Era una experiencia alucinante.  Pederewski estaba frente a la computadora escribiendo o en una video conferencia y de pronto le nacía de los labios una sonrisa como una flor, el cuerpo se relajaba, se medio adormecía, se dejaba sitiar por olas tibias de aguas color turquesa y luego por olores que venían uno tras otros, como en una caravana de ricos mercaderes atravesando el desierto.


La Tierra en 2096. Conforme uno acercaba descubría mucha basura espacial. 
Y si uno aterriza en cualquier lugar del planeta todo era una mierda

     Hasta donde él sabía era el único que gozaba de este prodigio de la robótica en Marte, no solo porque conocía al revés y al derecho el manual, sino porque…nadie  supuestamente contaba en las colonias con una silla Juliette.  Existía, como no, una explicación para hecho tan insólito, ya que en Marte vivía gente muy rica y poderosa.  Luego de que un diario de la Tierra publicará la lista de los primeros mil pasajeros del New Mayflower y su equipaje, hubo una serie de comentarios alrededor de las personas que viajaban.  La gran mayoría eran mayores de 60 años, científicos e intelectuales disidentes que había optado entre esa alternativa o el Proyecto Namibia.

5 comments:

Moshe said...

Prueba fehaciente de la pluma calenturienta y febril de COQjudito.
Buen relato cuyo fin se publica ya, ya.

Coquin said...

Es un extenso fragmento de un borrador, mi querido Chulillo de Baco.

Coquín said...

La casa de Max parece una cucaracha. ¡Será un homenaje a su abuelo?

Moshe said...

Non habemus Maqui, Carlitros, Vittorio, Doctor Chapla.

Mario Pablo said...

Aquí estoy rechuchais, sodalicios de la Pampa de Amancaes, lo que ocurre es que estuve concentrado en cosillas que no se pueden postergar