13 January 2015

Las ruinas circulares

Párrafos de un maravilloso cuento: Las ruinas circulares del maestro JLB.
 
Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío.  En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres.  Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma.  El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis.  Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse.  El mago recordó bruscamente las palabras del dios.  Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma.  Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro.  No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo!  A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.

El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos.  Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias.  Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos.  Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego.  En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico.  Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos.  Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión.  Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

1 comment:

Moshe said...

Hermoso y sencillamente magistral.