7 August 2015

Brindis por la poesía

Estoy releyendo a Gabriel García Marquez y acabo de terminar (por tercera vez) Cien años de soledad, un gran placer intelectual.

En mi biblioteca encontré este hermoso texto, Brindis por la poesía, que forma parte de su libro No vine a decir un discurso.


Sus Majestades, Sus Altezas Reales, Amigos:

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir.  Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como la evidencia, a menudo agobiante, del compromiso que se adquire con este honor.  Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido. 

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese transfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, que pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos.  Confieso sin falsas modestias que no me ha sido facil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado.  Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía.  A la poesía por cuya virtud el agobiante inventario de las naves que enumeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que la empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada.  La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media.  La poesía que con tan evidente como milagrosa totalidad rescata a nuestra América en Las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida.  La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos. 

En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte.  El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora evidencia de que mi intento no ha sido en vano.  Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.

8 comments:

Moshe said...

El poder de la palabra, la belleza de la literatura.
Me iré a la tumba con un libro en la mano.

Aldo said...

Y más que seguro que con una Belvedere en el bolsillo.

cvalqui said...

Dipsómano Moshe, con el cariño de siempre

cvalqui said...

Moshe tu amigo el anonymus no quiere escribir, ha huido como las ratas cuando el barco se hunde.

Moshe said...

Solo falta Barbie Vittorio y somos los cuatro que quedamos. Ataaaaaja.

tenorio4545 said...

Presente el gato cuatro.

cvalqui said...

Chapla reaparece en cualquier momento, no dudes.

El monstrenko del anonymus también en cualquier momento reaparece, como toda cabritilla se hace de rogar, después va a entra a tirar KK con soplete.

Moshe said...

Agarra Aguirre. Solo faltan los billetones Doctor Chapla y COQcutre, uno con Ilan, el otro con Alberto.