Párrafos de un maravilloso cuento: Las ruinas circulares del maestro JLB.
Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los
crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal
vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas
circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los
hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo
ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida
estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un
tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros
en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero
le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego
y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que
de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que
su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por
atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera
de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la
proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo!
A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una
mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de
aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches
secretas.
El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo
prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota
nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que
tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que
herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias.
Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del
dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago
vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó
refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su
vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos
no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin
combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también
era una apariencia, que otro estaba soñándolo.
1 comment:
Hermoso y sencillamente magistral.
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