La Cara de Cojudo (Sofocleto)
No lo digo con espíritu chauvinista pero el peruano tiene cara de cojudo como resultante de dos grandes motivaciones: a) porque es un cojudo auténtico y su rostro es la expresión natural de la cojudez que atesora en el cerebro, o b) porque es falso cojudo, infiltrado en las filas enemigas.
Creo sinceramente que los cojudos son felices. Hacen cojudeces, hablan cojudeces, piensan cojudeces y tienen una vida tan cojuda que nada les podría envidiar una ostra. Pero esa misma cojudez innata le impide examinar objetivamente su problema y hasta, en algunos casos, juro que los he oído reírse de algún pendejo, por ahí.
Yo tuve un primo cojudo que murió cuando reparaba su televisor sin haberlo desconectado previamente. Se trataba de un caso incurable, porque era cojudo de nacimiento, pero vivía feliz. Los problemas le importaban un carajo y los dramas de la vida cotidiana le resbalaban, al extremo que llegué a preguntarme si mi primo no sería un pendejo navegando con bandera de cojudo. Sin embargo, no lo era. Digo, un pendejo. Porque su cojudez tenía el sabor fresco de las cosas puras y a su cara de cojudo no le faltaba sino la aureola para recibirse de santo en la familia.
Un día hice una cojudez, deliberadamente, para ver qué pasaba. Luego hice otra y después una tercera, sin que el experimento me afectara mayormente. Pasé a vivir entre cojudos con la intención de escribir un libro sobre ellos pero a los veinte días los cojudos escribieron, entre todos, un libro sobre mí. Confieso que esto me sumió en un mar de dudas. ¿Era yo un pendejo entre cojudos, o era un cojudo entre cuatro pendejos? No tenía manera de averiguarlo y decidí mirarme en el espejo para discutir el punto conmigo mismo. Bueno, me encontré con la más perfecta cara de cojudo que he visto en mi vida.
Se dice que la nuestra es una sociedad disolvente, como los ácidos y los antipáticos (obsérvese cómo, cuando algún antipático se acerca al grupo, el grupo se disuelve o se licúa ipso facto). Yo diría, más bien, que vivimos en una atmósfera acojudante, espesa y plomiza, donde el clima juega, sin duda, un papel importantísimo en la fabricación de cojudos al por mayor. Contra el clima no se puede, porque no hay ser humano capaz de enfrentarse victoriosamente a enemigos tan inasibles como la humedad de la Costa, que nos acojuda con el reumatismo; la inestabilidad de la Sierra, que deja cojudo al metereólogo más despierto, y las lluvias de la Selva, que son una cojudez solamente comparable con el Diluvio.
De otra manera resulta inexplicable de que sí se jodieran impajaritablemente los incas, los españoles, los libertadores y los republicanos, por la vía de hacer cojudeces tan catastróficas que hasta hoy no terminamos de levantar cabeza. Yo, sinceramente pienso, que si alimentásemos a una computadora con todo lo que constituye la anécdota, lo absurdo, lo increíble, lo Cojudo, vamos, de nuestro pasado, dicha computadora volaría en mil pedazos o emitiría una respuesta indignada, que diría algo así como: "¡No jodan... ese país no existe!". También podría volverse loca y seríamos el primer país del mundo que tuviera un IBM en el manicomio.
No hay ex-cojudos aquí, así como no hay excusados en Masutolandia. Tampoco los habrá nunca (ni ex-cojudos ni excusados) porque ningún pendejo perfeccionaría una droga para curarlos, así como ningún cojudo tendría la necesaria lucidez para descubrirla. No, cojudos habrá siempre.