31 January 2012

La Revolución Cultural

Una barbarie organizada por el demente, criminal y megalómano Mao, en la que millones de chinos perecieron en una vasta campaña de terror y asesinatos.


La Revolución Cultural fue una campaña de masas en la República Popular China organizada por el líder del Partido Comunista Mao Zedong a partir de 1966, y dirigida contra altos cargos del partido e intelectuales a los que acusó de traicionar los ideales revolucionarios.

Supuso una radicalización de la revolución.  Mao apoyado por un sector dirigente (Banda de los Cuatro) usó una gigantesca movilización estudiantil (Guardias Rojos) para desacreditar al ala de derecha, pro-capitalista (encabezada por Liu Shaoqi, Peng Zhen y Deng Xiaoping), dentro del aparato del Partido Comunista Chino.

Esta barbarie recorre todo el país, afectando también áreas rurales, y terminó por extenderse a la clase obrera y a los soldados del Ejército Popular, convirtiéndose en un cuestionamiento generalizado contra las autoridades.  El proceso dió lugar a la formación de Comités Populares, los cuales funcionaron como órganos de poder popular en tareas de administración y gobierno.

Fue una lucha por el poder en la que la aspiración de Mao por recuperar su autoridad se vio apoyada por miembros del partido, como su esposa Jiang Qing y el líder del ejército Lin Biao.  El objetivo era apartar del poder a Liu Shaoqi, jefe de estado, y a Deng Xiaoping, secretario general del prtido.

La Revolución Cultural permitió a Mao recuperar el poder político, del que había sido apartado tras el fracaso del Gran Salto Adelante.  Esta lucha por el poder daría lugar a una situación de caos y conmoción política acompañada de numerosos episodios de violencia protagonizados por los Guardias Rojos, quienes, organizados en comités revolucionarios, atacaban a aquéllos acusados de deslealtad política al régimen y a la figura y pensamiento de Mao.


En 1976 un golpe de estado encabezado por Deng Xiaoping lo restauró en el poder, procediéndose al arresto de la Banda de los Cuatro y emprendiendo cambios en la economía que, bajo el nombre de socialismo con características de mercado, iniciarán la vuelta a la economía capitalista.

La cuestión de cómo una lucha por el poder alcanzó niveles tan altos de violencia y desorden social ha intrigado a historiadores y expertos en psicología de masas.  Han sido numerosos los estudios publicados sobre este periodo de la historia de China, intentado explicar la Revolución Cultural.


Atropello

Un atropello contra la colonia.  El gobierno de Tel Aviv ha elevado su más enérgica protesta.

Los compatriotas son atacados injustificadamente por ser decentes trabajadores y amigos del honesto e incorruptible Doctor.

No nos ganan, así que aguantemos, baisanos.


Gracias a una ley especial, los magnates de los medios de comunicación Alex y Moisés Wolfenson fueron liberados de la cárcel donde cumplían condena por corrupción.  Ambos eran propietarios de periódicos que ayudaron a Alberto Fujimori, publicando descaradas mentiras contra sus oponentes.  Por sus servicios, recibieron enormes sumas de dinero, y Moisés consiguió una plaza en el Congreso peruano.

Cuando se descubrió la corrupción por los pagos del venal Rasputín Vladimiro Montesinos, su comparsa Fujimori se fugó del país.

Los Wolfenson criticaron a Alejandro Toledo, el nuevo presidente, lo que condujo a su arresto domiciliario.  En una grabación Salomon Lerner, hombre de confianza de Toledo, los amenazaba si no dejaban de criticar al nuevo gobierno.

http://www.agenciaperu.com/investigacion/2003/may/audio_wolfenson.htm

Alex y Moisés fueron condenados a cinco años de cárcel cada uno por corrupción.  No han estado mas de cinco meses.  Uno que ha hecho esta ley ha sido Isaac Galsky, uno de los hombres de negocios mas ricos del Perú y suegro de Alex.  Galsky es compañero de negocios de Lerner.

Se calcula que en el Perú hay entre dos y tres mil judíos, entre veintiocho millones de habitantes.

Con Fujimori de presidente, Efrain Goldenberg Schreiber fué ministro de hacienda y desde 1,994 primer ministro.  Goldenberg está acusado de malversación de unos 100 millones de euros, pero escapó a EE.UU., que no lo ha entregado a la justicia peruana.  El jefe de la Cámara de Comercio fue Samuel Gleiser Katz, y el ministro de agricultura José Chlimper Ackerman.

Además de los hermanos Wolfenson también estaban de parte de Fujimori los hermanos Samuel y Mendel Winter, propietarios de la cadena de televisión mas grande del país.  Los Winter cumplieron una corta condena y vieron obligados a vender su empresa al israelí Baruch Ivcher.  La cadena, Frecuencia Latina, fue fundada por otro judío: Jack Batievsky.   Samuel Winter es suegro de Moisés Wolfenson.

El ex-presidente Toledo está casado con Elaine Karp, ciudadana israelí de gran influencia.  Su amigo cercano es el multimillonario Adam Pollack cuya empresa ha obtenido privilegios con la ayuda de Toledo.  Cuando el periodista Álvaro Vargas Llosa pidió que la policía investigase a Pollack, tuvo que huir del pais y fué condenado a cárcel.

El vicepresidente de Toledo fue David Waisman, el ministro de producción Daniel Schydlowsky Rosenberg, y el jefe del banco central del Perú Jacques Rodrich, primer miembro del congreso del Perú en jurar su cargo en hebreo.

La situación en Perú es la misma que en otros paises, donde políticos corruptos y judíos poderosos colaboran contra los intereses de los ciudadanos por motivos de dinero y étnicos.

30 January 2012

Condolencias

Una mala noticia.

Me he enterado del fallecimiento del padre de nuestro compañero Aldo.  Desde este blog quisiera, en nombre de los deustuanos que aquí nos reunimos, expresarle mis sinceras condolencias y los mejores deseos para él y familia.

Hay momentos difíciles en la vida, y el despedir a nuestra madre o padre es uno de ellos.

Un abrazo fraterno, queridos Aldo y Miguel. 


Manuel González Prada

Creo que fue el profesor Cauti quién nos hizo leer al autor de la inolvidable frase: "En el Perú donde se pone el dedo, brota la pus."


José Manuel de los Reyes González de Prada, conocido como Manuel González Prada (1844-1918), fue un ensayista, pensador anarquista y poeta peruano, considerado uno de los mejores de su patria.

En el plano literario se le considera alto exponente del realismo peruano, llamado el "Precursor del Modernismo americano" por sus innovaciones poéticas.  Destacó por ser gran crítico de la sociedad en que le tocó vivir.

Durante la guerra contra Chile, participó en las batallas de San Juan y Miraflores.  Al producirse la invasión de Lima por tropas chilenas, se recluiría en su casa en señal de protesta.  Concluida la guerra se reincorporaría a la vida pública haciendo sentir su sentimiento antichileno.

A finales de 1891 viaja a Europa donde permanece siete años y donde conoce a hombres de letras como Zola, Renán y Unamuno.  A su regreso al Perú asume la dirección de la Biblioteca Nacional (1912) en reemplazo de Ricardo Palma.

Los escritos políticos de González Prada se caracterizan por la crítica al estado peruano, al que veía como servidor de los intereses de la oligarquía limeña.


El ensayo Nuestros Indios es un intento de repensar la realidad peruana.  Cuestiona las concepciones de la época, la cuestión racial , la subordinación y explotación de clase.  Propone que los indígenas construyan comunidades de autodefensa contra los latifundistas.  Afirma "Hay un hecho revelador: reina mayor bienestar en las comarcas más distantes de las grandes haciendas, se disfruta de más orden y tranquilidad en los pueblos menos frecuentados por las autoridades"

Su análisis influiría en el pensamiento del marxista José Carlos Mariátegui, a pesar de las divergencias sobre el camino a seguir, y en el del fundador del aprismo Haya de la Torre.

Su posición anarquista está expuesta en el libro La anarquía de 1901, donde cataloga el ideal anárquico como "la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del individuo, con la abolición del Estado y la plutocracia."

29 January 2012

Rasputín

Paralelo innegable con un nefasto personaje de la política criolla, aunque muy lamentablemente, la versión peruana aún respira tras las rejas.

Editorial Al Capone - Derechos Reservados, 1990

Grigori Yefímovich Rasputín (1869–1916) fue un místico ruso de gran influencia en los últimos días de la dinastía Romanov.  También llamado "el Monje Loco".

Pretendía darse la apariencia de Jesucristo y tenía fama de sanar mediante el rezo, razón por la que en 1905 fue llamado al palacio de los zares para detener la hemorragia del heredero e hijo único, Alexis Nikolaevich de Rusia, que padecía de hemofilia.  El zarevich mejoró —algunos investigadores sostienen que por hipnosis—, y la familia Romanov, especialmente la zarina Alejandra, cayó bajo la influencia de este personaje.

El príncipe Félix Yusúpov, que se dice era un homosexual atraído por Rasputín, y el primo del zar, el gran duque Demetrio Románov decidieron asesinarlo en Petrogrado la noche del 29 de diciembre de 1916 para acabar con su influencia sobre la zarina de origen alemán.

Finalmente, tras varios intentos de acabar con él, Rasputín murió antes de haber cumplido los 48 años de edad.  Yusúpov contó los sucesos ocurridos esa última: el monje primero fue envenenado, más tarde abaleado, y cuando lo creían muerto, envolvieron su "cadáver" en una alfombra y lo tiraron al río Neva.  En la autopsia, se descubrió que murió ahogado.

Rasputín llevó en su juventud la vida típica de un campesino, hasta que sufrió su "conversión".

Era un hombre de elocuente poder oratorio, personalidad abrumadora, aspecto tosco, grosero, violento,  y mirada penetrante.  Amaba y odiaba efusivamente.  Era un actor soberbio y convincente.  !Igualito al quetejedi!

Habían rumores de que era una persona licenciosa y de que se le había visto borracho y en compañía de prostitutas.  Sus relaciones con sus discípulos y sus visitas de alcoba a mujeres de la alta sociedad eran polémicas.

Su máxima era: "Se deben cometer los pecados más atroces, porque Dios sentirá un mayor agrado al perdonar a los grandes pecadores".

Joan Manuel Serrat

Quizás no del agrado de todos, pero un cantante favorito de este hebreo desde mucho tiempo atrás.

  
Joan Manuel Serrat Teresa (1943) es un cantautor, compositor, intérprete, poeta y músico español, y una de las figuras más destacadas de la canción moderna en lengua castellana y catalana.

Su obra tiene influencias de poetas como Mario Benedetti, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Carlos Sacolargo y Pablo Neruda; y de diversos géneros como el folklore catalán, la copla española, el tango, el bolero y del cancionero popular de Latinoamérica, pues ha versado a Violeta Parra y Víctor Jara.

Es uno de los pioneros de lo que se llamó la Nova Cançó catalana.

Joan Manuel Serrat es conocido también con los sobrenombres de El noi del Poble-sec (‘el niño de Poble Sec’, su barrio natal) y el Nano en Argentina.



28 January 2012

La Dama de Hierro

Homenaje a una gran líder inglesa y del mundo occidental.


Margaret Hilda Thatcher, Baronesa Thatcher, (1925) es una política británica que ejerció como primera ministra del Reino Unido desde 1979 a 1990.

Durante su administración, sus estrictas políticas conservadoras, la abolición del poder de los sindicatos y su retórica en oposición a la Unión Soviética le valieron el apodo de "La Dama de Hierro".

Inicialmente, química de profesión (versión femenina de Carlitros), y luego abogada (como el Reverendo), Thatcher se convirtió en miembro del Parlamento (MP) por Finchley en las elecciones de 1959.

Durante su estadía en el Parlamento, criticó las políticas fiscales del gobierno laborista.  En el mandato de Edward Heath, Thatcher fue nombrada secretaria de Educación y Ciencia en 1970.  En 1975, pasó a dirigir el Partido Conservador, y la primera mujer en liderar un partido político importante en el Reino Unido.  Al triunfar en las elecciones de 1979, se convirtió en la primera mujer en ejercer como primera ministra.

Luego de ocupar en la residencia oficial (10 Downing Street), decidió a revertir lo que percibió como un precipitado declive nacional.  Su filosofía política y económica puso énfasis en la desregularización, especialmente del sector financiero, el flexibilizar el mercado laboral, la privatización o cierre de empresas públicas, y la eliminación de subsidios.

Durante sus primeros años de gobierno, la popularidad de Thatcher declinó en medio de la recesión y alto desempleo hasta que la recuperación económica y la victoria en la Guerra de Las Malvinas (Falkland Islands) en 1982 llevaron a su reelección en 1983. 

Ejecutó una férrea política exterior caracterizada por su oposición a la formación de la Unión Europea y un alineamiento con la política exterior de Estados Unidos, aunque firmó el Acta Única Europea, que establecía el mercado único.

Introdujo un cambio socioeconómico radical en Reino Unido, aunque fue criticada por la venta de bienes estatales y el debilitamiento de los sindicatos.

Fue elegida para un tercer mandato en 1987, pero el impuesto a la comunidad (poll tax) atrajo la negativa del pueblo y sus puntos de vista sobre la Unión Europea no fueron compartidos por miembros de su Gabinete.  Renunció al cargo de primera ministra en noviembre de 1990, y fue sucedida por John Major.

Tiene el título nobiliario de Baronesa Thatcher de Kesteven, que le otorga derecho vitalicio no hereditario a ser miembro de la Cámara de los Lores.

Char kway teow

Un plato asiático de chuparse los dedos, de mamey.  No se si hayan restaurantes malayos en Lima, pero si lo ven pídanlo.  Se pronuncia "charcueteao"

Lo preparo en casa y me sale bastante bien, aunque nunca como el del huarique que frecuento en Wellington.  Por si acaso, no sabe como el tallarín saltado de nuestro chifa.

Maridaje con una cervecita helada.


Char kway teow, literalmente "fideos planos fritos", es un plato muy popular en Malasia y Singapur. 

Se prepara con fideos planos (Shāhé fěn o hé fěn en chino), aproximadamente de un centímetro de ancho, fritos en un wok o sartén caliente y mezclados con una salsa de soja oscura, ají, camarones, algo de verdura, huevos, frejol chino y ajos.  Se suele añadir algunas rodajas de salchicha china y pastel de pescado, o croutons crocantes de carne de cerdo, lo que le da un sabor característico.

Este plato es también popular en establecimiento callejeros de Australia y Nueva Zelandia y muy consumido por algunos baisanos residentes.

Tiene reputación de ser poco sano debido a su contenido en grasa.  Sin embargo el plato fue inventado por gente humilde, labradores que necesitaban un plato con alto contenido energético.

Una variación se puede encontrar en el estado isleño de Penang, Malasia.  La versión de char kuay teow encuentra en este lugar huevos de pato (para ensalzar el sabor) y carne de cangrejo (para proporcionar una textura más dulce).  La muerte, dice este hebreo-polaco.

La cocinera del video, nativa de Malasia, habla con sabroso acento inglés.


27 January 2012

Parejas inseparables

Duplas de oro, tal para cual, uña y carne, uno para el otro, parejas inseparables, o como se les quiera llamar, estos dúos memorables son famosos (algunos infames) por multitud de razones.

De Pedro Picapiedra y Pablo Marmol, a Batman y Robin, pasando por Ken y Barbie, Bonnie y Clyde, Vladimiro y Alberto, Sherlock Holmes y el Dr. Watson, Tres Patines y el Tremendo Juez, todos inolvidables duetos. 


A pesar de mis esfuerzos no he podido conseguir una foto de MelCOQchita y Alberto Cabezon Vargas, tremendo par de prestidigitadores y alquimistas, tesorero y presidente de la promoción César Vallejo.  

Mossad trata de ubicar a Petronila Jullca y a la señora Meche a ver si tienen algunas fotografias del neño Carlitos, quién acostumbraba regalarlas como estampitas a cada doméstica que se cepillaba.  Veremos.

La increíble y triste historia del cándido Yehude y su desvirgadora desalmada (II)

LA INCREIBLE Y TRISTE HISTORIA DEL CANDIDO YEHUDE Y SU DESVIRGADORA DESALMADA (II)

La Loca Teresa echó más vodka a los genitales de Yehude y éste pegó un grito: “arde, carajo, arde. Ya suéltame loca de mierda, ya estuvo bueno, carajo”.

De la cartera, que era un verdadero cajón de sastre, Teresa sacó un par de cuerdas y amarró los pies del Polaco a la cama. La jefe de prácticas se frotó las manos, a la par que jugaba con la punta de la lengua.
     -Esta pose no está en el Kamasutra, es invento mío: se llama “Muévete Tupac Amaru”.
     -¿Qué? - dijo el atado, y pensó que estaba en un gran lío porque más allá de una vulgar borrachera esta tipa estaba demostrando que era una desquiciada.
    -¿Tupac Amaru? ¿Y dónde están los caballos que van descuartizar a Tupac Amaru?
    -Yo te voy a descuartizar - dijo ella.

El tragó saliva pensando, además, que era un imbécil por haber hablado de descuartizamiento. Pensó que debía controlar sus nervios: “Tranquilo, se dijo, tranquilo, síguele la corriente, Yehude”.
     - ¿Tú sabes porque los caballos jalaban a Tupac Amaru?
     - Porque los españoles los azotaban - dijo.
     - No - dijo Teresa-, lo que hacían los pobres caballos era huir…
     - ¿Huir?
     - Claro, los cholos no se lavan las patas ni los sobacos, y los animales no aguantaban- y lanzó una sonora carcajada.

Editorial Sobrino Sacolargo - Derechos Reservados, 2012

Después de estos diálogos absurdos Teresa se puso en acción. Le hizo al Polaco la pose del misionero, el helicóptero, la rana, la coja arrecha, dame que te doy y otras posiciones de su sórdido repertorio ninfomaníaco. Tras una hora de sostenido frotar de mucosas y palanqueo de músculos y huesos, Yehude  se desmayó por un tiempo indefinido, luego despertó. La Loca dio fin a la sesión amatoria pegando un grito que motivó que minutos después el cuartelero tocara a puerta y preguntara si pasaba algo. La Loca de mierda dijo “Sí, la estamos pasando muy bien”.

 La verdad es que Yehude se sentía como si lo hubiera atropellado un camión minero. Pero lo que lo llenó de angustia fue un intenso dolor en el pito y luego comprobar que éste sangraba. El miedo cedió paso a la ira.
     - Qué me has hecho, loca conchetumadre, fea de mierda, desátame o empiezo a gritar.

La loca desgraciada, totalmente indiferente al pene sangrante de Yehude se había puesto a comer galletas de soda. Obviamente lo de “loca” no pareció afectarla, pero lo de “fea” la hirió profundamente.

Se vistió como si nada, haciendo oídos sordos a los lamentos de Yehude. Abrió la puerta, la dejó entreabierta…
    - No me irás a dejar así, ¿no?- preguntó el Polaco.

La Loca Teresa sacó de su cartera maravillosa un falo de plástico y lo agitó frente a su  cara, mientras una sonrisa maligna le cruzaba la cara.
    - No me preguntes que pasó después que te quedaste dormido…o te desmayaste…Quédate con las marrocas, son un recuerdo. Nos vidrios, Polaquito.

Cerró la puerta y por más que Yehude gritó no le hizo caso. Quien vino después y abrió con una llave duplicada fue el cuartelero. A Yehude le costó un buen billete sobornar al chico para que el asunto no trascendiera, para que le sacara las marrocas y le dijera donde quedaba una posta médica cercana.

Tiempo después Yehude se largó del país. Con los años Teresa fue internada en el pabellón de pacientes peligrosos del Larco Herrera luego de encontrarla culpable de haber cercenado el miembro viril a un pobre estudiante de la UNI.

26 January 2012

El turrón de almendras

Delicioso postre que no hay que dejar de probar.  Personalmente, recomiendo las marcas El Almendro, 1880, y El Lobo.

Ningún maridaje.  Esto es para comerlo solo.

El turrón es una masa dulce obtenida por la cocción de miel (o azúcares) a la que se incorporan almendras peladas y tostadas, y posteriormente amasada.  Tradicionalmente se le da forma de tableta rectangular o torta.

Es popular en localidades de la geografía mediterránea.  En algunos casos se denomina nougat y consiste en una mezcla de un elemento dulce coagulado con cierta cantidad de frutos secos.

Los núcleos de producción en España se sitúan en las provincias de Alicante, Valencia y Lérida, y en menor medida en la provincia de Toledo.

Se presenta en una variedad con las almendras a la vista (el turrón duro), o el que tiene las almendras molidas y de apariencia pastosa (el turrón blando).  Ambos tipos forman parte de la gastronomía navideña española.
  • Turrón de Alicante: Consistente en una masa de miel, azúcar, clara de huevo y almendras enteras, también puede llevar oblea.


  • Turrón de Jijona: Consistente en una masa molida de miel, azúcar, clara de huevo y almendras.

Las denominaciónes "Turrón de Alicante" y "Turrón de Jijona" son exclusivas de los turrones duros y blandos fabricados en Jijona (Alicante) y estan protegidas por un Consejo Regulador.

La increíble y triste historia del cándido Yehude y su desvirgadora desalmada (I)

De lo sublime a lo ridículo, de una obra maestra como El Aleph de Borges, a esta menestra de MelCOQchita, primera parte.

Este democrático blog, en donde no se censura a nadie, se cubre de ignominia al publicar el indecente mamotreto pergeñado por nuestro poeta laureado, Esopo morocho y rey del cuento chino/japonés.

Se le sugiere que cuando salga de casa revise cuidadosamente su Toyota, no vaya a ser que le ocurra lo mismo que a ese desafortunado físico nuclear iraní hace un par de semanas.  El brazo de Mossad es más largo que el del SIN de su padrino.

Editorial El Ahijado También Miente - Derechos Reservados, 2011

LA INCREIBLE Y TRISTE HISTORIA DEL CANDIDO YEHUDE Y SU DESVIRGADORA DESALMADA (I)

Había sido una excelente idea que la promoción 1974 de ingeniería industrial volviera a reunirse. 

Después de visitar las aulas se trasladaron al Hotel Bolívar. Comieron opíparamente y al final quedó en la amplia mesa un pequeño bosque de cervezas. Ya las chicas –Ana María Altamirano, Rosario Alvarez, Fulvia Clarich, Socorro Correa y Alicia Higuchi- se habían retirado. 

Lo único extraño de aquella reunión era la presencia de –utilizaremos un nombre falso- Teresa, la joven, pero poco agraciada jefe de prácticas que no se sabe cómo se había colado allí. Era la única mujer en medio de diez varones. Para subrayar lo singular de su presencia debemos decir que no apartaba su mirada de Yehude. 

Todo el mundo se daba cuenta. Teresa, a quien llamaban “Loca Teresa” por su carácter díscolo y medio chiflado, era fea, pero tenía un cuerpazo. Siendo estudiantes algunos reprobaron Análisis Matemático I, I y III por no prestar atención a las clases y quedar más bien embobados con el culazo de la jefe de prácticas. El que menos soñaba con comérsela, pero ella solo le prestaba atención a Pederewski, el baby face de la clase, o como murmuraban Agois, Bravo y Casanova,”el cara de huevón”. 

Habían pasado siete años desde que egresaran y Teresa había echado más cuerpo, ya se acercaba a los cuarenta, pero su afición a los deportes la mantenía en excelente forma. 

¿Qué cómo se había colado en la reunión de la promo? Había visto un avisito en la Sala de Profesores. Cuando se enteró que la promoción 74 de ingeniería industrial visitaría la UNI solo deseo que fuera de la partida el “Polaco”, que era también como se le conocía a Moshé Pederewski. 


Canceló una de sus clases para estar presente en una clase del recuerdo. Sí, allí estaba el “Polaco”, un poco más “grandecito”, pero siempre con esa cara de cojudo que la sacaba de quicio. 

Ahora, la Loca Teresa vivía no solo pendiente de este ex alumno; ella era una reconocida ninfómana y ya se había cepillado a varias promociones y ningún profesor. Si algún tornillo le faltaba eso tenía que ver con su obsesión por los alumnos, por los chibolos. Ella quería ser siempre una “desvirgadora”. Cuando descubría un chico virgen perdía todos los estribos. 


Y bueno, ¿por qué esta obsesión particular con Yehude? Ya lo dijimos, por la cara de niño bueno y…por su fama de virgen. Por una ingenuidad del tamaño de una catedral del “Polaco” todo el mundo se había enterado que jamás había practicado el coito. 

Lo primero que se le vino a la cabeza a Teresa fue ¿seguiría siendo virgen? Bien difícil se dijo. A ella se le había escapado durante años, pero alguna ya lo habría reventado al chato. ¿Y si no? Inmediatamente se sintió húmeda en las partes pudendas: empezaba a perder los estribos. 

Con los tragos encima, Barreto y Agois, viejos compañeros que siempre lo jodieron hicieron la pregunta del millón: “Y, Yehude. ¿sigues Pitin Zegarra? Teresa despertó de su ensimismamiento; todos esperaban una respuesta del “Polaco”. 
- Ese es un asunto personal, no jodan. 

Todos rieron , incluso Teresa. Era evidente que el ingeniero no se había graduado en “eso”. 

Los diez egresados y la jefe de prácticas se retiraron, bien mamados, a las 8 de la noche. Sin saber cómo Yehude terminó en un taxi con Teresa: el rumbo era desconocido para él. 

Cuando el taxi se detuvo frente a un telo de la avenida Túpac Amaru, muy cerca de la UNI, a Yehude le vinieron los muñecos: 
- Oye, oye, para que nos paramos aquí; ¿Tú vives aquí?
- Primero págale al señor. 

Yehude metió mano al hígado, y le canceló la carrera al taxista. 
- ¿Tú vives aquí? 
- ¿A qué hemos venido? 

La Loca Teresa se desabotonó la blusa y dejó al descubierto parte de un par de buenas tetas. 
- A lo que vienen un hombre y una mujer. 

Yehude tragó saliva. Teresa, ni corta ni perezosa lo tomó de la mano y lo arrastró hasta el interior del establecimiento. Un dependiente los miró casi aburrido: 
- DNI de los dos, por favor. 

Yehude subió casi maquinalmente, no ofreció ninguna resistencia ¿Podía ofrecer alguna? Ya en el cuarto Teresa lo aparró sin miramientos y el “Polaco” agarró viaje porque también le había subido la libido. 

La loca Teresa se desprendió de él súbitamente y anunció: 
- Voy a hacerte un strip tease del carajo. 

Yehude aprobó la idea muy entusiasmado. 
-Pero eso sí – dijo la Loca- tú te estás quietecito hasta que acabó, no te me vayas a tirar encima a violarme. 
- Te lo prometo - dijo Yehude. 
- No, no, no, aquí las promesas no valen –dijo ella a tiempo que extraía de su cartera un mar de esposas.
- Vamos a asegurarnos. 
- Oye, ¿que eso? – preguntó alarmado un cada vez más sorprendido Yehude. 
- Son marrocas, ingeniero. Mi hermano es soplón, de la PIP, y yo te las voy a poner para que no me vayas a forzar. 
- Tú estás loca. 
- Solo un rato. Te sujeto los brazos a la cama. Eso sí calatéate, mi amor. 
- Pucha que tu eres media sádica. Yo la verdad que prefiero que lo dejemos para otra vez. 

La Loca se transformó de repente; dejó de parecer una hembra arrecha y se convirtió en un chito prepotente. Yehude se asustó. 
- De aquí sales hombre o muerto. O…le digo a todo el mundo que no me quisiste hacer nada, que eres gay. 
- Está bien, Teresa, pero solo un ratito. Podamos hacer el amor, pero de manera natural y sana. 

Teresa lanzó una carcajada: 
- Qué bonito hablas, polaquito, pero yo no quiero hacer el amor contigo, yo quiero cachar. Hace años que te tengo hambre y la verdad, la verdad, quiero salir de dudas porque la idea de que eras cabro se me ha pasado varias veces por la cabeza.
- ¿No se te quema el arroz, no? 
- ¿Cómo se te ocurre?
-¿Es tu primera vez, no?

Yehude pensó que negarlo era inútil, y que además ya había aceptado terminar de una vez con su virginidad. No más fotos y videos, no más masturbación. Teresa se acercó totalmente desnuda a un Polaco atado a la cama con marrocas y preguntó nuevamente. 

- ¿Sí o no?
-Es mi primera vez - dijo él asustadísimo. 


Luego siguió con la mirada a la Loca Teresa. Esta fue a abrir nuevamente su cartera; sacó de allí una botella de vodka, bebió un largo trago, contuvo el liquido en la boca.
- ¿Qué haces? - dijo Yehude al verla acercarse a él como un felino.

Teresa empezó a rociarle vodka por todo el cuerpo: por los pies, por las verijas, por el cuello, por las orejas. Luego lo volteó un poco y le roció el rostro y finalmente el poto.
- ¿Estás loca? ¿Qué te crees, una chamán?
- Tú vas a ser mi coctel favorito: te voy a lamer todo, Polaquito. 

- ¿Quieres más vodka?
- Voy a terminar odiando el vodka.
- Eso es lo que tú crees, mi amor, después de esto vas a ser un fanático del vodka hasta viejo, te lo aseguro. A mí debiera de contratarme Smirnoff: fabrico borrachos a futuro. 

25 January 2012

El Aleph de Borges

Para leerlo, releerlo y degustarlo.  No hay una palabra fuera de sitio.  Magistral.

En mi opinión el mejor cuento jamás escrito en castellano.  Imposible no conmoverse leyendo el párrafo que comienza con "Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato,.."


El Aleph

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta, yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación. 

Consideré que el 30 de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estudiaría las circunstancias de sus muchos retratos, Beatriz Viterbo, de perfil, en colores; Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico; Beatriz, en Quilmes, con Delia San Marco Porcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regaló Villegas Haedo; Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo; la mano en el mentón... No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: libros cuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, meses después, que estaban intactos.

Beatriz Viterbo murió en 1929; desde entonces no dejé pasar un 30 de abril sin volver a su casa. Yo solía llegar a las siete y cuarto y quedarme unos veinticinco minutos; cada año aparecía un poco más tarde y me quedaba un rato más; en 1933, una lluvia torrencial me favoreció: tuvieron que invitarme a comer. No desperdicié, como es natural, ese buen precedente; en 1934, aparecí, ya dadas las ocho con un alfajor santafecino; con toda naturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicos y vanamente eróticos, recibí gradualmente confidencias de Carlos Argentino Daneri.

Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada: había en su andar (si el oximoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis; Carlos Argentino es rosado, considerable, canoso, de rasgos finos. Ejerce no sé qué cargo subalterno en una biblioteca ilegible de los arrabales del Sur; es autoritario, pero también es ineficaz; aprovechaba, hasta hace muy poco, las noches y las fiestas para no salir de su casa. A dos generaciones de distancia, la ese italiana y la copiosa gesticulación italiana sobreviven en él. Su actividad mental es continua, apasionada, versátil y del todo insignificante. Abunda en inservibles analogías y en ociosos escrúpulos. Tiene (como Beatriz)grandes y afiladas manos hermosas. Durante algunos meses padeció la obsesión de Paul Fort, menos por sus baladas que por la idea de una gloria intachable. "Es el Príncipe de los poetas en Francia", repetía con fatuidad. "En vano te revolverás contra él; no lo alcanzará, no, la más inficionada de tus saetas."

El 30 de abril de 1941 me permití agregar al alfajor una botella de coñac del país. Carlos Argentino lo probó, lo juzgó interesante y emprendió, al cabo de unas copas, una vindicación del hombre moderno

-Lo evoco - dijo con una admiración algo inexplicable - en su gabinete de estudio, como si dijéramos en la torre albarrana de una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines...

Observó que para un hombre así facultado el acto de viajar era inútil; nuestro siglo XX había transformado la fábula de Mahoma y de la montaña; las montañas, ahora convergían sobre el moderno Mahoma.

Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura; le dije que por qué no las escribía. Previsiblemente respondió que ya lo había hecho: esos conceptos, y otros no menos novedosos, figuraban en el Canto Augural, Canto Prologal o simplemente Canto-Prólogo de un poema en el que trabajaba hacía muchos años, sin réclame, sin bullanga ensordecedora, siempre apoyado en esos dos báculos que se llaman el trabajo y la soledad. Primero abría las compuertas a la imaginación; luego hacía uso de la lima. El poema se titulaba La Tierra; tratábase de una descripción del planeta, en la que no faltaban, por cierto, la pintoresca digresión y el gallardo apóstrofe.

Le rogué que me leyera un pasaje, aunque fuera bre- ve. Abrió un cajón del escritorio, sacó un alto legajo de hojas de block estampadas con el membrete de la Biblioteca Juan Crisóstomo Lafinur y leyó con sonora satisfacción.

He visto, como el griego, las urbes de los hombres,
Los trabajos, los días de varia luz, el hambre;
No corrijo los hechos, no falseo los nombres,
Pero el voyage que narro, es... autour de ma chambre.

Estrofa a todas luces interesante - dictaminó -. El primer verso granjea el aplauso del catedrático, del académico, del helenista, cuando no de los eruditos a la violeta, sector considerable de la opinión; el segundo pasa de Homero a Hesíodo (todo un implícito homenaje, en el frontis del flamante edificio, al padre de la poesía didáctica), no sin remozar un procedimiento cuyo abolengo está en la Escritura, la enumeración, congerie o conglobación; el tercero - ¿barroquismo, decadentismo, culto depurado y fanático de la forma? - consta de dos hemistiquios gemelos; el cuarto francamente bilingüe, me asegura el apoyo incondicional de todo espíritu sensible a los desenfados envites de la facecia. Nada diré de la rima rara ni de la ilustración que me permite ¡sin pedantismo!acumular en cuatro versos tres alusiones eruditas que abarcan treinta siglos e apretada literatura: la primera a la Odisea, la segunda a los Trabajos y días, la tercera a la bagatela inmortal que nos depararan los ocios de la pluma del saboyano...Comprendo una vez más que el arte moderno exige el bálsamo de la risa, el scherzo. ¡Decididamente, tiene la palabra Goldoni!

Otras muchas estrofas me leyó que también obtuvieron su aprobación y su comentario profuso; nada memorable había en ella; ni siquiera la juzgué mucho peores que la anterior. En su escritura habían colaborado la aplicación, la resignación y el azar; las virtudes que Daneri les atribuía eran posteriores. Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable; naturalmente, ese ulterior trabajo modificaba la obra para él, pero no para otro. La dicción oral de Daneri era extravagante; su torpeza métrica le vedó, salvo contadas veces, transmitir esa extravagancia al poema.

Una sola vez en mi vida he tenido la ocasión de examinar los quince mil dodecasílabos del Polyolbion, esa epopeya topográfica en la que Michael Drayton registró la fauna, la flora, la hidrografía, la orografía, la historia militar y monástica de Inglaterra; estoy seguro de que ese producto considerable, pero limitado, es menos tedioso que la vasta empresa congénere de Carlos Argentino. Éste se proponía versificar toda la redondez del planeta; en 1941 ya había despachado unas hectáreas del estado de Queensland, más de un kilómetro del curso del Ob, un gasómetro al Norte de Veracruz, las principales casas de comercio de la parroquia de la Concepción, la quinta de Mariana Cambaceres de Alvear en la calla Once de Setiembre, en Belgrano, y un establecimiento de baños turcos no lejos del acreditado acuario de Brighton. Me leyó ciertos laboriosos pasajes de la zona australiana de su poema; esos largos e informes alejandrinos carecían de la relativa agitación del prefacio. Copio una estrofa:
 
Sepan. A manderecha del poste rutinario,
(Viniendo, claro está, desde el Nornoroeste)
Se aburre una osamenta - ¿Color? Blanquiceleste -
Que da al corral de ovejas catadura de osario.

-¡Dos audacias - gritó con exultación - rescatadas, te oigo mascullar, por el éxito! Lo admito, lo admito. Una, el epíteto rutinario, que certeramente denuncia, en passant, el inevitable tedio inherente a las faenas pastoriles y agrícolas, tedio que ni las geórgicas ni nuestro ya laureado Don Segundo se atrevieron jamás a denunciar así, al rojo vivo. Otra, el enérgico prosaísmo se aburre una osamenta, que el melindroso querrá excomulgar con horror, pero que apreciará más que su vida el crítico de gusto viril. Todo el verso, por lo demás, es de muy subidos quilates. El segundo hemistiquio entabla animadísima charla con el lector, se adelanta a su viva curiosidad, le pone una pregunta en la boca y la satisface... al instante. ¿Y qué me dices de ese hallazgo blanquiceleste? El pintoresco neologismo sugiere el cielo, que es un factor importantísimo del paisaje australiano. Sin esa evocación resultarían demasiado sombrías las tintas del boceto y el lector se vería compelido a cerrar el volumen, herida en lo más íntimo el alma de incurable y negra melancolía.

Hacia la medianoche me despedí.

Dos domingos después, Daneri me llamó por teléfono, entiendo que por primera vez en la vida. Me propuso que nos reuniéramos a las cuatro, "para tomar juntos la leche, en el contiguo salón-bar que el progresismo de Zunino y de Zungri - los propietarios de mi casa, recordarás - inaugura en la esquina; confitería que te importará conocer". Acepté, con más resignación que entusiasmo. Nos fue difícil encontrar mesa; el "salón-bar", inexorablemente moderno, era apenas un poco menos atroz que mis previsiones; en las mesas vecinas el excitado público mencionaba las sumas invertidas sin regatear por Zunino y por Zungri. Carlos Argentino fingió asombrarse de no sé qué primores de la instalación de la luz (que, sin duda, ya conocía) y me dijo con cierta severidad:

-Mal de tu grado habrás de reconocer que este local se parangona con los más encopetados de Flores.

Me releyó, después, cuatro o cinco páginas del poema. Las había corregido según un depravado principio de ostentación verbal: donde antes escribió azulado, ahora abundaba en azulino, azulenco y hasta azulillo. La palabra lechoso no era bastante fea para él; en la impetuosa descripción de un lavadero de lanas, prefería lactario, lacticinoso, lactescente, lechal... Denostó con amargura a los críticos; luego, más benigno, los equiparó a esas personas, "que no disponen de metales preciosos ni tampoco de prensas de vapor, laminadores y ácidos sulfúricos para la acuñación de tesoros, pero que pueden indicar a los otros el sitio de un tesoro". Acto continuo censuró la prologomanía, "de la que ya hizo mofa, en la donosa prefación del Quijote, el Príncipe de los Ingenios". Admitió, sin embargo, que en la portada de la nueva obra convenía el prólogo vistoso, el espaldarazo firmado por el plumífero de garra, de fuste. Agregó que pensaba publicar los cantos iniciales de su poema. Comprendí, entonces, la singular invitación telefónica; el hombre iba a pedirme que prologara su pedantesco fárrago. Mi temor resultó infundado: Carlos Argentino observó, con admiración rencorosa, que no creía errar el epíteto al calificar de sólido el prestigio logrado en todos los círculos por Álvaro Melián Lafinur, hombre de letras, que, si yo me empeñaba, prologaría con embeleso el poema. Para evitar el más imperdonable de los fracasos, yo tenía que hacerme portavoz de dos méritos inconcusos: la perfección formal y el rigor científico, "porque ese dilatado jardín de tropos, de figuras, de galanuras, no tolera un solo detalle que no confirme la severa verdad". Agregó que Beatriz siempre se había distraído con Álvaro.

Asentí, profusamente asentí. Aclaré, para mayor verosimilitud, que no hablaría el lunes con Álvaro, sino el jueves: en la pequeña cena que suele coronar toda reunión del Club de Escritores. (No hay tales cenas, pero es irrefutable que las reuniones tienen lugar los jueves, hecho que Carlos Argentino Daneri podía comprobar en los diarios y que dotaba de cierta realidad a la frase.) Dije, entre adivinatorio y sagaz, que antes de abordar el tema del prólogo describiría el curioso plan de la obra. Nos despedimos; al doblar por Bernardo de Irigoyen, encaré con toda imparcialidad los porvenires que me quedaban: a) hablar con Álvaro y decirle que el primo hermano aquel de Beatriz(ese eufemismo explicativo me permitiría nombrarla) había elaborado un poema que parecía dilatar hasta lo infinito las posibilidades de la cacofonía y del caos; b) no hablar con Álvaro. Preví, lúcidamente, que mi desidia optaría por b.

A partir del viernes a primera hora, empezó a inquietarme el teléfono. Me indignaba que ese instrumento, que algún día produjo la irrecuperable voz de Beatriz, pudiera rebajarse a receptáculo de las inútiles y quizás coléricas quejas de ese engañado Carlos Argentino Daneri. Felizmente nada ocurrió - salvo el rencor inevitable que me inspiró aquel hombre que me había impuesto una delicada gestión y luego me olvidaba.

El teléfono perdió sus terrores, pero a fines de octubre, Carlos Argentino me habló. Estaba agitadísimo; no identifiqué su voz, al principio. Con tristeza y con ira balbuceó que esos ya ilimitados Zunino y Zungri, so pretexto de ampliar su desaforada confitería, iban a demoler su casa.

-¡La casa de mis padres, mi casa, la vieja casa inveterada de la calle Garay! - repitió, quizá olvidando su pesar en la melodía.

No me resultó muy difícil compartir su congoja. Ya cumplidos los cuarenta años, todo cambio es un símbolo detectable del pasaje del tiempo; además se trataba de una casa que, para mí, aludía infinitamente a Beatriz. Quise aclarar ese delicadísimo rasgo; mi interlocutor no me oyó. Dijo que si Zunino y Zungri persistían en ese propósito absurdo, el doctor Zunni, su abogado, los demandaría ipso facto por daños y perjuicios y los obligaría a abonar cien mil nacionales.

El nombre de Zunni me impresionó; su bufete, en Caseros y Tacuarí, es de una seriedad proverbial. Interrogué si éste se había encargado ya del asunto. Daneri dio que le hablaría esa misma tarde. Vaciló y con esa voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos.

-Está en el sótano del comedor - explicó, aligerada su dicción por la angustia -. Es mío, es mío; yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar. La escalera del sótano es empinada, mis tíos me tenían prohibido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano. Se refería, lo supe después, a un baúl, pero yo entendí que había un mundo. Bajé secretamente, rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, vi el Aleph.
-¡El Aleph! - repetí.
-Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. A nadie revelé mi descubrimiento, pero volví. ¡El niño no podía comprender que le fuera deparado ese privilegio para que el hombre burilara el poema! No me despojarán Zunino y Zungri, no y mil veces no. Código en mano, el doctor Zunni probará que es inajenable mi Aleph.

Traté de razonar.
-Pero, ¿no es muy oscuro el sótano?
-La verdad no penetra un entendimiento rebelde. Si todos los lugares de la Tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.
-Iré a verlo inmediatamente.

Corté, antes de que pudiera emitir una prohibición. Basta el conocimiento de un hecho para percibir en el acto una serie de rasgos confirmatorios, antes insospechados; me asombró no haber comprendido hasta ese momento que Carlos Argentino era un loco. Todos esos Viterbos, por lo demás... Beatriz(yo mismo suelo repetirlo) era una mujer, una niña de una clarividencia casi implacable, pero había en ella negligencias, distracciones, desdenes, verdaderas crueldades, que tal vez reclamaban una explicación patológica. La locura de Carlos Argentino me colmó de maligna felicidad; íntimamente, siempre nos habíamos detestado.

En la calle Garay, la sirvienta me dijo que tuviera la bondad de esperar. El niño estaba, como siempre, en el sótano, revelando fotografías. Junto al jarrón sin una flor, en el piano inútil, sonreía (más intemporal que anacrónico) el gran retrato de Beatriz, en torpes colores. No podía vernos nadie; en una desesperación de ternura me aproximé al retrato y le dije:
-Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges.

Carlos entró poco después. Habló con sequedad;
comprendí que no era capaz de otro pensamiento que de la perdición del Aleph.
-Una copita del seudo coñac - ordenó - y te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indis-pensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!

Ya en el comedor, agregó:
-Claro está que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mi testimonio... Baja; muy en breve podrás entablar un diálogo con todas las imágenes de Beatriz.

Bajé con rapidez, harto de sus palabras insustanciales. El sótano, apenas más ancho que la escalera, tenía mucho de pozo. Con la mirada, busqué en vano el baúl de que Carlos Argentino me habló. Unos cajones con botellas y unas bolsas de lona entorpecían un ángulo. Carlos tomó una bolsa, la dobló y la acomodó en un sitio preciso.

-La almohada es humildosa - explicó - , pero si la levanto un solo centímetro, no verás ni una pizca y te quedas corrido y avergonzado. Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.

Cumplí con su ridículo requisito; al fin se fue. Cerró cautelosamente la trampa, la oscuridad, pese a una hendija que después distinguí, pudo parecerme total. Súbitamente comprendí mi peligro: me había dejado soterrar por un loco, luego de tomar un veneno. Las bravatas de Carlos transparentaban el íntimo terror de que yo no viera el prodigio; Carlos, para defender su delirio, para no saber que estaba loco tenía que matarme. Sentí un confuso malestar, que traté de atribuir a la rigidez, y no a la operación de un narcótico. Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph.

Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato, empieza aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Sentí infinita veneración, infinita lástima.

-Tarumba habrás quedado de tanto curiosear donde no te llaman - dijo una voz aborrecida y jovial - . Aunque te devanes los sesos, no me pagarás en un siglo esta revelación. ¡Qué observatorio formidable, che Borges!

Los pies de Carlos Argentino ocupaban el escalón más alto. En la brusca penumbra, acerté a levantarme y a balbucear:
-Formidable. Sí, formidable.

La indiferencia de mi voz me extrañó. Ansioso, Carlos Argentino insistía:
-¿La viste todo bien, en colores?

En ese instante concebí mi venganza. Benévolo, manifiestamente apiadado, nervioso, evasivo, agradecí a Carlos Argentino Daneri la hospitalidad de su sótano y lo insté a aprovechar la demolición de la casa para alejarse de la perniciosa metrópoli que a nadie ¡créame, que a nadie! perdona. Me negué, con suave energía, a discutir el Aleph; lo abracé, al despedirme y le repetí que el campo y la seguridad son dos grandes médicos.

En la calle, en las escaleras de Constitución, en el subterráneo, me parecieron familiares todas las caras. Temí que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderme, temí que no me abandonara jamás la impresión de volver. Felizmente, al cabo de unas noches de insomnio me trabajó otra vez el olvido.

Postdata del 1º de marzo de 1943. A los seis meses de la demolición del inmueble de la calle Garay, la Editorial Procusto no se dejó arredrar por la longitud del conside-rable poema y lanzó al mercado una selección de "trozos argentinos". Huelga repetir lo ocurrido; Carlos Argentino Daneri recibió el Segundo Premio Nacional de Literatura (3). El primero fue otorgado al doctor Aita; el tercero al doctor Mario Bonfanti; increíblemente mi obra Los naipes del tahúr no logró un solo voto. ¡Una vez más, triunfaron la incomprensión y la envidia! Hace ya mucho tiempo que no consigo ver a Daneri; los diarios dicen que pronto nos dará otro volumen. Su afortunada pluma (no entorpecida ya por el Aleph) se ha consagrado a versificar los epítomes del doctor Acevedo Díaz.

Dos observaciones quiero agregar: una sobre la naturaleza del Aleph; otra, sobre su nombre. Éste, como es sabido, es el de la primera letra del alfabeto de la lengua sagrada. Su aplicación al círculo de mi historia no parece casual. Para la Cábala esa letra significa el En Soph, la ilimitada y pura divinidad; también se dijo que tiene la forma de un hombre que señala el cielo y la tierra, para indicar que el mundo inferior es el espejo y es el mapa del superior; para la Mengenlehre, es el símbolo de los números transfinitos, en los que el todo no es mayor que alguna de las partes. Yo querría saber: ¿Eligió Carlos Argentino ese nombre, o lo leyó, aplicado a otro punto donde convergen todos los puntos, en alguno de los textos innumerables que el Aleph de su casa le reveló? Por increíble que parezca yo creo que hay (o que hubo) otro Aleph, yo creo que el Aleph de la calle Garay era un falso Aleph.

Doy mis razones. Hacia 1867 el capitán Burton ejerció en el Brasil el cargo de cónsul británico; en julio de 1942 Pedro Henríquez Ureña descubrió en una biblioteca de Santos un manuscrito suyo que versaba sobre el espejo que atribuye el Oriente a Iskandar Zu al-Karnayn, o Alejandro Bicorne de Macedonia . En su cristal se reflejaba el universo entero. Burton menciona otros artificios congéneres - la séptuple copa de Kai Josrú, el espejo que Tárik Benzeyad encontró en una torre (1001 Noches, 272), el espejo que Luciano de Samosata pudo examinar en la Luna (Historia Verdadera, I, 26), la lanza especular que el primer libro del Satyricon de Capella atribuye a Júpiter, el espejo universal de Merlín, "redondo y hueco y semejante a un mundo de vidrio" (The Faerie Queene, III, 2, 19) - , y añade estas curiosas palabras: "Pero los anteriores(además del defecto de no existir) son meros instrumentos de óptica. Los fieles que concurren a la mezquita de Amr, en el Cairo, saben muy bien que el universo está en el interior de una de las columnas de piedra que rodean el patio central... Nadie, claro está, puede verlo, pero quienes acercan el oído a la superficie declaran percibir, al poco tiempo, su atareado rumor... la mezquita data del siglo VII; las columnas proceden de otros templos de religiones anteislámicas, pues como ha escrito Abenjaldún: En las repúblicas fundadas por nómadas, es indispensable el concurso de forasteros para todo lo que sea albañilería".

¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.

Buena Vista Social Club

A gozar del ritmo de estos viejos maestros.


Buena Vista Social Club fue un club muy popular de La Habana, Cuba, donde sus miembros practicaban actividades relacionadas con el baile y la música.

En los 1990s, casi 50 años después de que el club fue cerrado, inspiró una grabación hecha por Juan de Marcos González y el guitarrista Ry Cooder con los tradicionales músicos cubanos, muchos de ellos miembros del club.

La grabación, nombrada Buena Vista Social Club, se volvió un éxito internacional y el grupo se vio alentado a presentarse en Amsterdam en 1998.


El director de cine alemán Wim Wenders grabó la presentación, seguida de un segundo concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, que fue la cumbre del documental y que incluye entrevistas llevadas a cabo en La Habana.  Fue aclamado por los críticos, recibiendo una nominación al Oscar y numerosos galardones entre los que se incluye Mejor Documental en el European Film Awards.

El éxito generó interés internacional por la música cubana tradicional.  Algunos músicos lanzaron después álbumes en solitario que fueron bien acogidos y grabaron otros en colaboración con diversas estrellas internacionales de distintos géneros.

El nombre "Buena Vista Social Club" se volvió un término para este tipo de presentaciones y lanzamientos en colaboración, además de una etiqueta que encapsula la "Edad de Oro de la música Cubana", entre 1930 y 1950.

El nuevo éxito fue efímero para los reconocidos miembros del grupo: Compay Segundo, Rubén González, e Ibrahim Ferrer, quienes murieron a los 95, 84 y 78 años, entre 2003 y 2005.

24 January 2012

No todo lo que es amor es gratis

Otro cuento por fina cortesía de MelCOQchita y una enorme calumnia a la impecable reputación de nuestro amigo, inocente víctima de esta falsedad.

Se espera la confirmación o negación de Carlitros.

Editorial El Pescador - Derechos Reservados, 2012
 No todo lo que es amor es gratis 

La primera vez que Carlos Valqui Guarniz, alias El Químico, confrontó con una mujer en cueros fue en 1969. Era una puta a medio tiempo, muy solapa y que cuando ejercicio el meretricio laboraba en un antro de nombre Amazonas ubicado en Barrios Altos.  

Por especial consideración y porque ella estaba templada de un amigo de barrio de Carlitos, el loco Scchiafino, la chuchumeca se desplazó su lugar de chamba y cayó por Matute con unas amigas.  La cita fue en la casa del “Loco”:  sus viejos habían salido de viaje y él estaba solo.Tragos va, tragos vienen, y los cuartos de la  casa y las costillas fueron repartidas.

A Carlitos le tocó la zamba sacalagua gorda, una ballena de tierra.  


Después del fornicio inaugural  se creó una confusión enorme:

    -Ya flaquito, tas servido, y bien taipá. Para ser la primera vez no te puedes quejar. Un buen mameluco y después te he sacado varios conejos. Son 50 soles.

    -¿Cómo que 50 soles? El “Loco” me había dicho que todo era por amistad, que tú eres del  barrio.

     -¿Qué? Oe mira, flaquito, yo te hablo bien porque tu parcero me dijo que eras universitario. Yo por eso me lavé la boca y boté el chicle. No te digo huevón, sino Huamán. Tú tas bien Huamán, ¿no? ¿Tú qué  crees que  soy yo, chapita premiada o qué? Ya, ya bájate las 70 monedas.

    -¿No eran 50?

    -Sí, pero con multa por faltarle el respeto a tu madrina son 70. Ya, ya bájate, que tengo que ir a mi finca a lavar.

    -Sí, pero yo no tengo plata.

    -Ahh, chucha, quieres hacer tu tarde conmigo, flaquito. Puta que estás bien, pero bien huevón. Yo al doble de tu peso me lo paso por la rata.

    -¿Qué rata, si tú no tienes?

    -Por la rata de mi hermano que es un zambazo que acaba de salir de Luri. Es más feo que yo. Si no te matriculas, flaquito, mi broder te ratifica y estamos a la par.

   -Házme una rebajita.

   -Ahh, carajo, me estás vacilando, conchetumadre. Ahora son 100 y si no pagas te jodiste. Yo sé que por atroya  estás Pitin Zegarra, que no te entra ni una aguja de primus, pero después que te agarre mi hermano vas a ser el túnel de La Herradura, cojudo.

   -Ya, está bien, está bien, te doy 50, que es lo único que tengo. Rebúscame si quieres.

   -Pídelo prestado al “Loco” o a cualquiera de esos chibolos.

    -Me van a mandar a la mierda, a todos les tengo arrugas.

   - Puta que eres recontramosca con esa cara de pan con jurel frito. Ya, ya, vengan paca los bronces y sácate la casaca, que queda pa la finca.

    -Mi casaca vale 200 soles, es de marca.
    
    
    -La marca te va a quedar con la purgación de te contagié. Ya, ya bórrate flaco de mierda misio.

  

La señora Meche

Joda Criolla publica este cuento inédito recibidido hace pocos días del poeta, en usual despliegue de dinamismo.  Asegura haberlo escrito en 1966, a los dieciseís años de edad. 

Mientras giles como nosotros asistíamos a clases, saltábamos sobre el taburete y la colchoneta en el patio del colegio, el vate se tiraba la pera y revolcaba, pero en el colchón.  La precocidad paga, sin duda.

La señora Meche

En mi casa trabajaba ayudando a mi madre, la señora Meche, una mujer de 44 o 45 años, natural de Huancavelica.

Me quedaba a solas con la empleada en mi casa en Chacra Ríos, holgazaneando durante los muchos días en que fingí dolor de estómago u otra enfermedad para no asistir a las clases de Educación Física con el detestable Foca en el Alejandro Deustua, colegio al que acababa de ingresar en abril de ese año.

Siempre me han atraído las empleadas domésticas y la señora Meche no era la excepción.  De cara no era muy agradable, de cabellos negros y trenzados, estatura baja, pero de buen cuerpo para su edad.

Planeé cómo llamar su atención.  A las 9 de la mañana subía a limpiar la habitación de mis viejos, contigua a la mía.  Me aseguré  que en ese momento, saldría de mi cuarto en calzoncillos con dirección al baño.  Sucedió así: se quedó muda, cruzamos el saludo, una disculpa bien recibida, y una respuesta inocente, me dieron empuje.

El siguiente paso era exponerla a imágenes de contenido sexual.  Mi vasta colección de Chepa serviría para ello.  Yo había dejado sobre la mesa de noche de mi cuarto varias revistas abiertas.  Le dije que me iría para que limpie tranquila.  Asintió y empezó su trabajo.  Abandoné la habitación, pero me quedé en la puerta para ver su reacción al verse expuesta al material porno. 


Tendía mi cama cuando las imágenes la atrajeron.  No quitaba los ojos de encima, veía con curiosidad las escenas de sexo.  Empezó a ojearlas una por una, leyendo en voz alta, casi deletreando los diálogos.

En ese momento entré.  Meche se sorprendió y se puso roja de la vergüenza, pues era obvio que la había escuchado:

- ¿Así que dame tu leche, no?
- No sea así joven Carlos, ¿que hacían esas cosas ahí?
- Son mis revistas, llegaste a limpiar justo cuando las estaba viendo.
- ¿Porqué las dejó?
- ¿Normal, no? Eres adulta y no hay porque avergonzarnos.
- Si pero no debía de haberlas dejado.
- Te gustó verlas, vi tu cara cuando leías.
- Eso no se hace, que dirán sus papás.  No debería ver esas cosas.

Un silencio y un cierto nerviosismo me hicieron saber que no sólo le había gustado, sino que además la había excitado.

- Meche, ¿hace cuánto que no tienes algo con tu pareja?
- ¿A qué se refiere?
- A que si hace mucho no te has acostado con tu pareja.
- Hace mucho, ¿por qué?
- Meche, ven…siéntate conmigo y veamos las revistas juntos

Se sentó a mi lado y empezamos a ver a las revistas.  En una de ellas se veía a una mujer rubia, alta que hacía de sirvienta y que mientras aspiraba el suelo el patrón le metía la mano por debajo de la falda y jugueteaba con el portaligas que llevaba puesto.

- Meche, ¿quieres hacer conmigo lo de la revista?
- Está loco.
- Loco no, sólo tengo ganas de cachar contigo.
- No joven, ¿y si su mamá se entera?
- No te preocupe, tú sabes que no llega hasta la noche, yo me voy a la JAP en Alfonso Ugarte después de almuerzo, así que tenemos unas horas.
- Ya Meche, mira como la tengo, se me ha parado todita.
- A ver sácala.

Me bajé el short.  Vi en su cara algo de miedo, de nerviosismo y de duda, pues no sabía qué hacer.
- Tómala en tus manos.

Sus caricias eran tímidas, sus manos no eran suaves, con la aspereza de quien las usa para cocinar, barrer y trapear, pero eso era compensado por la excitación de saber que estaba por culearme a otra más de las empleadas de mi casa. 

Me encargué de ponérsela en la boca.  Al principio no quiso, pero finalmente accedió.   La abrió y se la metíó.  Con mi pinga adentro, empezó a jugar con la lengua, como si fuera un helado de Curiche, un marciano de esos que vendían afuera del Deustua. 

Mientas me la chupaba, empecé a tocarle los senos y quitarle la blusa que llevaba puesta.  Me encontré con un par de senos redondos de pezones marrones y grandes.  Me  puse de pie, la tomé por la cintura,y pasé mis brazos por sus caderas.  Su respiración era cada vez más agitada, le quité la falda y el calzón.  Quedó ante mi la figura de Meche completamente desnuda. 

La llevé a mi cama, la eché sobre mi almohada con las piernas abiertas, y me sumergí en su conchita llena de vellos.  Noté que estaba ávida de placer pues un movimiento suyo me empujó a continuar.  Sus movimientos la hacían imaginar que estaba siendo penetrada, pero sólo se trataba de mi lengua y dedos de artista.  Empezó a dar unos gemidos que culminaron en un orgasmo, su cuerpo se estremeció con fuerza, su grito se prolongó por algunos segundos, y soltó levemente la respiración.

Hasta ese momento, quien había llegado al orgasmo era ella, y si bien yo estaba gozando, aun me faltaba expulsar la leche que siempre he producido en cantidad extraordinaria, mas que una vaca Holstein.

Le levanté las piernas y casi sin esfuerzo la ensarte.  Meche se entregó en cuerpo y alma al coito, y respondió con movidas de caderas que aceleraron mi excitación.

- Que rico te mueves, Meche.
- Siga joven, no pare.
- ¿Te gusta cholita?
- Si, mucho.
- ¿Lo vamos a hacer todos los días no?
- Todas las veces que quiera, joven.

No nos demoramos en llegar al clímax.  Una catarata de leche caliente inundó su vientre, mientras ella gemía como poseída.

Cuando me dí cuenta, era casi la hora de almuerzo.  Meche había interrumpido sus labores por tener una mañana de sexo conmigo, pero tenía que apurarse pues aún le faltaba cocinar mi plato favorito: tacu-tacu montado con lomo saltado.